La campaña electoral para elegir al sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca entra en una nueva fase. Ambos partidos han elegido a sus candidatos. Los demócratas, a Clinton esta semana en Filadelfia. La semana anterior, en Cleveland, los republicanos nominaron a Trump. Contra pronóstico, este novato de la política asociado a la telerrealidad, al mundo de los casinos y los rascacielos y a las revistas del corazón, derrotó a su 16 rivales en las primarias del Partido Republicano. Lo logró ofendiendo a excombatientes, jueces y mujeres, poniendo motes denigrantes a sus rivales y agitando los miedos de la clase trabajadora blanca golpeada por la globalización.
Primero, sus rivales —algunos de ellos, político muy experimentados— le ignoraron. Pensaron que era un fenómeno pasajero. Después se dejaron intimidar. Se abstenían de atacarle para evitar ser víctimas de sus mofas. Finalemente algunos decidieron responderle. Enn vano. El ascenso de Trump era imparable.
En los debates que deben enfrentarlos, y durante toda la campaña, Clinton debe encontrar la fórmula para contrarrestar la retórica de Trump. En Filadelfia dio algunas pistas.
“Sólo yo puedo arreglarlo”, dijo la semana pasada Trump en la convención de Cleveland. Aludía al caos y la violencia que supuestamente reinan en EE UU. “Los americanos no dicen: ‘Sólo yo puedo arreglarlo’. Decimos: ‘Lo arreglaremos juntos’. Recordad: nuestros fundadores lucharon en la revolución y escribieron una Constitución para que América nunca fuese nación donde una persona tuviese todo el poder”.
En Filadelfia, Clinton contó con la ayuda del general de los marines John Allen, que avaló su capacidad como comandante en jefe en contraste con las las propuestas de Trump, que amenaza con incumplir con la obligación de defender a los socios de la OTAN y defiende la tortura. El discurso más efectivo fue el de Khizr Khan, un inmigrante musulmán cuyo hijo, militar de EE UU, cayó en Irak. Trump quiere vetar la entrada al país de musulmanes. “¿Usted ha leído la constiución?”, preguntó a Trump. “Con gusto le prestaré mi copia”.
Trump basa su atractivo en sus supuestos éxitos empresariales. Clinton recordó que con sus casinos y hoteles en Atlantic City (Nueva Jersey) arruinó a proveedores y pequeños negocios porque se negó a pagarles. Señaló que, pese a su retórica patriotera en favor del ‘made in USA’, fabrica sus productos en China, México, India y Turquía.
“Ahora Donald Trump dice, y es una cita: ‘Yo sé más del ISIS que los generales…’”, dijo Clinton. Y añadió: “No, Donald, no sabes”.
“¿Tiene el temperamento para ser comandante en jefe?”, se preguntó. “Pierde los papeles a la mínima provación… Imaginadlo en el Despacho Oval enfrentándose a una crisis e verdad”. Citando unas palabras de John F. Kennedy tras la crisis de los misiles de 1962, recordó que lo que preocupaba a Kennedy en aquel momento era que provocasen una guerrra “no unos grandes hombres con autocontrol y cautela, sino unos hombres pequeños, a los que mueve el miedo y la vanidad”.
Los demócratas cierra filas con una síntesis de progresismo y patriotismo
La covención demócrata arrancó el lunes entre divisiones entre los seguidores del senador socialista Bernie Sanders, rival de Hillary Clinton en las primarias, y la mayoría favorable a Clinton. Termina con una exhibición de unidad en torno a la candidata, y una síntesis ideológica que retoma viejas tradiciones del Partido Demócrata. En política exterior Clinton ocupa el espacio central que ha dejado vacío el Partido Republicano de Donald Trump, con una mezcla de intervencionismo multilateral y excepcionalismo americano. Combina esta doctrina con políticas económicas progresistas. En Filadelfia Clinton reivindicó al Partido Demócrata como el partido de la clase obrera, ahora cortejada por Trump. “Creo que nuestra economía no está funciando como debería porque nuestra democracia no está funcionando como debería”, dijo. Retórica sanderistas para el partido clintoniano.
Con sus mensajes irrespetuosos y sus promesas de construir muros y vetar la entrada a fieles de una religión, Trump es alguien que ignora la esencia de EE UU, según Clinton. “Todo se resume en lo que Donald Trump no entiende: que América es grande porque América es buena”.
“¡USA, USA!”, coreaban los delegados demócratas al final de la convención. La respuesta patriótica al gamberrismo político de Donald Trump.